Crítica Jeremías Gamboa (1998) - Spanish

Peschiera y el objeto único

Pedro Peschiera puede sorprender a muchos con su obra. Sus temores ante las reacciones del público son entendibles. Cómo se puede responder ante esas pinturas en que todo parece circunscribirse a la sólo presencia de un objeto exento de adornos, simple en su construcción, imponente al extremo de ser apenas contenido por los límites del cuadro. Ese objeto – sea un manto arquitectónico, una concha, un pozo; motivos de sus series – es, sobre la tela, la cifra de todo un mundo, con su espacio y sus tiempos, el contenedor absoluto del sentido (Peschiera es consciente de que lo ideal, para acentuar aquello, hubiera sido presentar un cuadro en cada pared de la sala, o mejor aún: un único cuadro en toda la galería).

Es difícil preveer las lecturas del público que se enfrente a ese objeto elevado de categoría gracias a la estrechez de los márgenes que lo circundan. La percepción de l cuadro para los espectadores, su digestión, se va a depositar en la lectura de ese objeto aislado. Lectura de sus reminiscencias plásticas (la arquitectura románica, la pintura gótica), de sus sugerentes datos escondidos (cada pozo guarda ese vacío cuya profundidad acaso infinita nos es vedada; los mantos ocultan una geografía total), pero sobretodo de sus sentidos simbólicos (por ejemplo, la interpolación entre fertilidad y muerte alumbrada por esos pozos que parecen tumbas y por aquellas conchas de las que podría haber nacido la Venus de Botticelli).

Peschiera ha llegado a esa simplificación en su intento de atrapar principios generales. El cuadro « Sin título » (el único que no pertenece a una serie determinada) es, de algún modo, el germen de esa conclusión: allí, en una generosa arquitectura, se hayan los elementos que luego Peschiera encararía hasta convertirlos en aquellos objetos –mundo a los que nos hemos enfrentado. Se nota la sombra de De Chirico ; esa geografía desértica denuncia ya cierto desencanto del artista ante la empresa que se propuso – el sentido absoluto – y nos muestra, además, una compleja celebración de esa soledad tan elocuentemente encarnada sobre el lienzo.

Jeremías Gamboa
El Comercio, Visto y Bueno, octubre, 1998

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