Artículo Ismael Pinto (2003) – Spanish
CULTURAL – EXPRESO
ENTRE EROS Y TANATOS , CON MELVILLE Y RILKE
Conversando con Pedro Peschiera
Pedro Peschiera está en Lima. Es un pintor que empezó a trabajar muy temprano y por meditada decisión a exhibir tarde. Vale decir, un artista que no busca « posesionarse » en el mercado, ni le atrae la fama de los 15 minutos. Su camino tiene dos grandes señales : rigor y seriedad. Nunca quise exponer antes – dice – porque me parecía que no había llegado a una madurez, a algo decantado, para poder asumirlo como algo mío. Me decía que todavía me estaba buscando. No es que ahora no me esté buscando, hoy creo que mi obra es presentable, antes no. Trabajo bastante , pero produzco poco. No me alcanzan los cuadros, empecé a exponer muy tarde, en el 92.
UNA LARGA PREPARACION
Peschiera, de Artes Plásticas de la PUCP, se marchó a París. Allí – recuerda – empecé a estudiar en la Escuela de Bellas Artes, era una época caótica ; me fui con el dolor de mi corazón, yo quería una formación más sólida. En Suiza, si bien era liberal, era moderna y sólida. Resido en Ginebra, donde hice cinco años de bellas artes y siete de universidad, y pintaba al mismo tiempo. En la universidad estudié historia del arte. Decidí quedarme en Ginebra porque era muy fácil irme en muy poco tiempo a París, a Italia.
Una de las razones de mis estudios universitarios fue para profundizar mis conocimientos, necesitaba tener un bagaje intelectual para no depender de los discursos críticos ajenos, para argumentar, para sustentar teóricamente mi obra.
ARTES PLASTICAS
Guardo muy buenos recuerdos de Artes Plásticas. Fui alumno de Winternitz : era el « profe », de Ana Maccagno, Szyszlo, de Julia Navarrete. Julia es ejemplar, fue mi profesora, soy su discípulo como de « el profe ». Ella me enseñó : la seriedad, la disciplina, la exigencia. Szyszlo enseñaba a partir del quinto año y formaba parte de los jurados. Me ayudó mucho cuando pasé el último jurado, antes de irme a Europa me dijo – por la pintura que yo hacía en esa época, que era laqueada, muy brillante, con veladura - : mira tal y tal pintor flamenco ; en mi largo peregrinar por los museos europeos seguí al pié de la letra su consejo, tenía razón.
LOS AMIGOS DE TILSA
Quien complementó mi formación fue Tilsa. Con Bruno Zeppilli le teníamos reverencia, como a un profeta. Una fascinación absoluta por su pintura como nunca la tuve por la pintura de nadie, aquí en el Perú, en esa época. Sus grandes amores por la pintura me los pasó y me enseñó a ver las pieles en la pintura. Que habían como velos, y que la pintura podía venir de bien atrás y que no era solamente una superficie simple. Además, siempre me decía: pinta de un color intenso y después vas quitándole poquito a poco… me decía: píntalo de un rojo violento para que después todo lo que le pongas encima refleje esa especie de sangre que hay al fondo de la pintura.
Tilsa me enseñó no sólo a ver más allá de la pintura, sino a verla desde adentro, a darme cuenta si algo tenía calidad o no. Y cómo hacer para que la cosa tenga calidad. Cómo hacer para que la materia no se reciba y se consuma inmediatamente, sino que siga haciendo « gong », que siga resonando, que trascienda. Buscaba una especie de misterio en la manera de hacer las cosas : el instante creador rilkeano.
MELVILLE Y EL 2004
Peschiera es un artista que ha hecho toda su carrera en el extranjero. Sus tres primeras individuales las realizó en Suiza. Su primera peruana fue en el 1998, en Lima. La segunda – pinturas y grabados - , en le galería de Lucía de la Puente, el 2000. Exhibiré – nos dice – el 2004, creo que en noviembre ; quisiera que sea el 2005. Es un espacio maravilloso el que tiene Lucía, pero me da miedo porque nunca he visto mis cuadros en un espacio tan grande. Me gustaría trabajar un cuadro enorme, pero si es el 2004, no lo voy a poder hacer. Tengo el proyecto en la cabeza; para realizarlo vendría a vivir un año acá y pintarlo durante ese tiempo: mediría un metro cuarenta de largo por tres de largo. Sueño con ese cuadro. Sé sus colores y hasta lo visualizo en la galería: en la pared del fondo y si uno lo ve de entrada puede dar un gran impacto; no creo que me alcance el tiempo. Tengo programadas cosas que hacer, y no las puedo dejar de lado.
Traeré pintura y grabados. También el « El Doblón », un trabajo que tiene como soporte ese capítulo de Moby Dick, de Melville. Sí soy melviliano y rilkeano. Para mí el doblón es una metáfora de lo que es el arte – recuerda a Achab clavándolo en el mástil – el doblón es un trofeo. Simboliza lo más alto, lo más preciado.
El arte es igual, refleja a quien lo mira, el arte no va a dar más de lo que el espectador tiene adentro. Es como un espejo. El arte nos mira, y también nos miramos y nos encontramos en él. Pero no es sólo lo que nos dice, sino lo que nosotros le pedimos que nos diga. Sucede lo que con el doblón de Melville. Quienes lo quieren, lo codician, vienen a ser los que le dan la trascendencia a la obra, al instante ese de que hablaba Rilke, al diálogo en voz baja/diariamente, una hora, con la eternidad.
ENTRE TANATOS Y EROS
Mi obra se da en familias, como familias poéticas que se complementan ; Mantos (alguien los ve como paredes que impiden el paso, también como espacios protectores, misteriosos que impiden ver al otro lado ; ahora carecen de ladrillos, son simples rayas), Pozos, Conchas (Botticelli?sí, pero también son trozos de hombre, de mujer, ensayos de la naturaleza), Mesas, Hoyos. Sí, los pozos participan de eros y tánatos : de muerte y vida. Del pozo viene el agua, fuente de vida. Me fascina ese doble misterio ; el principio y el fin. El pozo también como la última morada: el hueco.
En la exposición del 2004 incluiré un par de obras que serán una alusión al hueco, con una familia nueva de pinturas; Cuencos, que van a ser como vasijas y eso se va a mezclar también con la noción de hueco, de fosa. Pero la vasija es una cosa que cobija, el hueco es algo sideral que no tiene fin. Me gusta las significaciones de los dos : el principio del círculo cerrado. El fin está en el principio, el principio en el fin. Lo de los pozos quizá me viene de Italia y de Francia, de la abadías monásticas de los siglos XI y XII. También de la pintura de Uccello y del Cristo yacente de Holbein, es el espacio para recibir, para proteger, igual el espacio para surgir.
En Pedro Peschiera nos sorprende la seguridad y el rigor con que trata su obra. También ese no tener prisa, ese ostensible desapego al tiempo, él sabe que sólo una obra de arte lo puede trascender. Y otra vez Rilke : Todos caemos. Cae mi mano. / Y mirad las otras : también ellas caen. / Sin embargo hay alguien que con dulzura infinita / detiene con sus manos esa caída.
Ismael Pinto
Expreso – Cultural, página 22
Domingo 12 de enero del 2003
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