Artículo Gabriela Wiener (2000) – Spanish

La Sagrada Familia

Silencio, estatismo y monumentalidad en la segunda individual de Pedro Peschiera, quien suma a la de los « Mantos, Arcas y Conchas », dos nuevas familias de cuadros: « las Barcas y las Campanas », en la galería Lucía de la Puente.

Los cuadros salen como de un sombrero de copa: un autorretrato de Rubens con medias naranja sobre un abrigo rojo violeta, la barca de Dante y Virgilio o la de los locos, el enorme campanario sobre la plaza, una monumental Virgen de Piero della Francesca y las conchas de las fuentes del Bernini. Vale todo. Basta con sacar los conejos, recuperar para sí mismo, un color, una forma, un pliegue del mundo o de las imágenes del mundo, todo es susceptible de ser encapsulado en ese extraño recipiente llamado cuadro, mediante un procedimiento mezcla de azar y truco. Al menos así ocurre para él. Pero, qué encapsula Pedro Peschiera?

Líneas de parentesco

Tal vez lo suyo es enmarcar la precisión aparente, la forma impecable, la estructura geométrica y el perspectivismo exacerbado. También la verdadera irregularidad de las líneas, la textura y la vitalidad del color. Y finalmente el silencio de las formas quietas, sin fenómenos naturales, sin narrativa posible, sin acción, una única figura suspendida en el tiempo, y por ello trascendente.

Pedro Peschiera vive hace 26 años en Suiza pintando lienzos y trazando carboncillos con la devoción y paciencia de un relojero. Está en Lima después de dos años, con una gabardina negra bajo el sol, rodeado de su parentela : sus mantos. pozos, hoyos, conchas y mesas, familias de pinturas, objetos constantes y atemporales, similares pero nunca idénticos – reiteración, más no repetición, aclara – y latentes a lo largo de toda su producción, pese a los cambios de registro. « Cuando hice las conchas la gente pensó que los mantos y los pozos ya no iban más, que me orientaba a formas más orgánicas pero no, sólo introducía otra familia. Yo no quiero una búsqueda lineal, progresiva, única, quiero ir con todas las posibilidades abiertas hasta que poco a poco vayan cayendo como hojas secas. »

Según él, las barcas no tienen nada que ver con las campanas o los pozos, pero juntos, « habrá una manera en que las cosas se respondan. A mí me interesa que unas obras sean espejos de otras. Concibo mi trabajo como un tren, cada vagón le da un eco a otro vagón. » Así el diálogo de formas ocurre casi silenciosamente, en la imaginación del espectador.

Los ‘Mantos’ y ‘Arcas’, inspirados en la iconografía renacentista y en el concepto de la arquitectura románica-medieval, ya presentes en su individual de la galería Luis Miró Quesada Garland (1998), se mantienen en esta muestra. Son estructuras arquetípicas que remiten directamente a los templos sagrados, dibujadas con carboncillo sobre un fondo de papel acuarelado.

A éstos se agregan dos nuevas estirpes, las « Barcas » y « Campanas », escenificadas un sin número de veces por la tradición del arte occidental pero retomadas por Peschiera en una clave distinta. Estas han sido pintadas con témpera al huevo sobre tela, que les otorga esa condición satinada, arenosa y seca.

El color de la línea emotiva

Para el pintor no es válida la descripción del objeto sin la apuesta artesanal, matérica y pictórica. « hay una lectura del color, que es lo que me interesa, no es sólo el mensaje conceptual sino también la percepción sensorial lo que intento. »

A decir de Peschiera, el color tiene una función anímica. « No puedo decir que el rojo es pasión o el verde esperanza, porque caeríamos en el insoportable cliché. El color se define en la elección entre una pintura extrovertida o introvertida, entre uno u otro sonido. »

El cuadro más pequeño de la muestra resume su concepción de la pintura. La témpera está acumulada sobre una porción de lija y deja ver la rugosidad del brochazo en el contorno del Manto, donde expresión y concepto se integran. « Me gustaría que la experiencia de cada obra fuera diferente, única, un pequeño shock. », afirma Peschiera, «cada obra debe tener un contenido general, pero también un contenido particular sensorial-emotivo».

Lo suyo es sólo aparentemente intelectual, « para mí hasta en la geometría puede haber sensualidad, todo depende de la armonía compositiva de las cosas, como están armadas, qué relación tienen con el espacio ». Todo en Peschiera habla de la contradicción entre rigidez y emotividad. En un marco de precisión y asepsia contrapone calidez al frío curso de la línea.

La oquedad insondable

Su musa principal es la oquedad y lo que guarda la oquedad, una puesta en abismo hasta el infinito, según él mismo. De ahí que sus formas sean cerradas o semiabiertas. Los mantos por ejemplo, son cóncavos, algunos con un breve ojo de buey que permite apenas atisbar una realidad interior.

« Hay un tesoro detrás. La fachada anuncia algo más que no veremos, es como una promesa de muchos sentidos, como el refugio del sentido. Se parecen a los templos medievales, todo gravita a su alrededor y son inviolables. La posibilidad de entrar agotaría definitivamente el interior ».

Las campanas y barcas comparten con arcas y mantos la facultad de ser contenedores de vacío.

« Pero no un vacío nihilista, sino potencial, porque cada objeto está construido alrededor de la nada, espera un contenido, o tiene un contenido implícito sin que el contenido sea formulado. El contenedor lo anuncia pero no lo descifra en lo absoluto ».

Peschiera selecciona un objeto de la realidad, lo aísla enmarcándolo en una relación estrecha con el formato y lo potencia. Para ello se sirve del concepto del « cuadro-estuche ». « La dimensión del cuadro está determinada por el objeto que está al interior – dice -. Su encajonamiento propicia una tensión entre la materia contenida y el contenedor. Me gusta que haya una relación de fuerza, pues para mí, el cuadro es un objeto fuera del mundo, es decir, alude a un mundo paralelo. No soy de los que hacen cuadros- objetos, mi cuadro es un despegue a otro mundo, por eso es como una urna, como un contenedor de mundos, con un efecto de muñeca rusa : mundo dentro de mundos dentro de mundos. »

Realismo – idealismo

Sería equivocado pensar que la precisión en el dibujo de las formas es un intento hiperrealista, nos dice. « En realidad son deformes ». Parecen campanas o botes, pero la construcción es totalmente falsa y se orienta a intensificar la relación con el formato. » Aunque los edificios parecieran más idealizados que las campanas, para Peschiera todo revela la misma idealización, la misma arquetipización. « Todas son variantes de un mismo paradigma. En ese sentido es un poco platónico. Pero mi interés no es que haya uno sólo, sino muchos paradigmas, que por encima de ser pozos sean pozos diferentes ».

Por supuesto que las apariencias engañan y de eso trata el juego. « Ni para un flamenco antiguo, ni para un hiperrealista contemporáneo, el dibujo está obligado de ser perfecto. Si uno se acerca se ve cierta huella, ciertos contornos. El trabajo pretende ser impecable pero no tiene que ver con una búsqueda fotográfica ». Peschiera es de los que creen que con costuras es mejor que sin ellas.

Gabriela Wiener
El Comercio – « El Dominical » 26 de noviembre 2000

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